Aldo Hernán Zanabria Gálvez
Resumen
El presente artículo reflexiona sobre la necesidad de una dirección clara en la vida desde la perspectiva de la filosofía estoica. Partiendo de una célebre frase contemporánea —“Si no sabes a dónde vas, acabarás en otra parte”— se articula una mirada crítica sobre la pérdida de rumbo en la vida moderna, y se propone el retorno a los fundamentos del pensamiento estoico como vía para recuperar el sentido y la coherencia existencial.
Introducción
En un contexto social marcado por la dispersión, la sobreinformación y la búsqueda constante de inmediatez, muchas personas experimentan una desconexión con sus objetivos vitales. La falta de claridad en los propósitos personales deriva en frustración, agotamiento y, en muchos casos, vacío existencial. Ante este panorama, la filosofía estoica se presenta como una guía atemporal que exhorta a vivir con dirección, propósito y virtud.
Dirección vital y propósito en el pensamiento estoico
Epicteto advertía que “no es posible vivir bien sin tener una dirección clara y sin conocerse a uno mismo” (Discursos, Libro I). Para los estoicos, el ser humano es un ser racional cuya vida alcanza plenitud únicamente cuando sus acciones están alineadas con la razón y la virtud. Esta alineación, sin embargo, no ocurre espontáneamente: exige reflexión, disciplina y claridad de propósito.
Marco Aurelio, en sus Meditaciones (VI, 30), reprocha a quien “vaguea por la vida” sin saber hacia dónde se dirige, calificando esa actitud como una traición a la propia naturaleza racional. Su llamado a vivir cada día como si fuera el último no busca fomentar el apuro, sino la conciencia plena del presente orientado por un propósito superior. Séneca, en De la brevedad de la vida, resume este ideal con agudeza: “no hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige” (2008, cap. I).
El valor del propósito en tiempos de incertidumbre
Vivir con propósito no es solo una cuestión de eficiencia o productividad. En términos estoicos, el propósito (en griego telos) da forma a la vida virtuosa (areté), permitiendo que las acciones se ordenen éticamente. Hadot (1995) señala que los estoicos concebían la filosofía como una forma de vida, una práctica constante que unía pensamiento y acción.
Así, la claridad de dirección no es un simple mecanismo de orientación externa, sino una forma de vida consciente. Proporciona fuerza ante la adversidad, templanza en el éxito y paz interior en medio de la confusión del mundo. En tiempos de crisis, esta claridad se vuelve aún más urgente y necesaria.
Conclusión:
La falta de dirección es, desde el estoicismo, uno de los grandes males de la vida moderna. No saber hacia dónde se va implica estar a merced de impulsos, contextos y voluntades ajenas. Retomar las enseñanzas de Epicteto, Marco Aurelio y Séneca nos permite recuperar el valor del propósito como eje de una vida virtuosa. En palabras de Marco Aurelio: “haz cada cosa como si fuera lo último que vas a hacer en tu vida” (Meditaciones, II, 5). Tener dirección es, en definitiva, tener vida.
Referencias:
Epicteto. (1995). Discursos (A. A. Long, Trad.). Alianza Editorial.
Hadot, P. (1995). La filosofía como forma de vida. Ediciones Alpha Decay.
Marco Aurelio. (2017). Meditaciones (J. María Villalba, Trad.). Alianza Editorial.
Séneca. (2008). De la brevedad de la vida. Ediciones Cátedra.
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