Por: Aldo Zanabria
Cuando pienso en los pasillos y carpetas del histórico Glorioso Colegio Nacional San Carlos de Puno, inevitablemente viene a mi memoria un rostro: el de Juan Pedro Allca Merma, a quien cariñosamente conocíamos como “Allquillo”. Compartimos no solo las clases y los recreos, sino también los sueños de juventud que en aquel entonces apenas comenzaban a tomar forma.
Verlo hoy consolidado como acuarelista de renombre nacional e internacional, llevando en cada trazo la energía del Lago Titicaca y la templanza de la Pachamama, es para mí motivo de profundo orgullo. Lo recuerdo como un joven sensible, atento a los detalles de la vida cotidiana, y esa sensibilidad es la que ha convertido en un lenguaje artístico que trasciende fronteras.
Juan Pedro nos recuerda en cada entrevista que “debemos globalizarnos sin perder nuestras raíces”.
Esa frase no solo refleja su convicción como artista, sino también el camino que muchos puneños debemos seguir: abrirnos al mundo, sí, pero desde la firmeza de nuestra identidad cultural.
Su paso por la International Watercolor Society (IWS Titicaca Puno Perú) es una prueba de que el arte puneño tiene mucho que decir en escenarios globales. Gracias a su trabajo, maestros de distintos países han mirado hacia Puno y han encontrado aquí un diálogo fecundo con nuestra tradición.
Como excompañero de carpetas, me emociona reconocer que aquel joven que compartía cuadernos y anhelos en las aulas de San Carlos, hoy es un embajador cultural que inspira a nuevas generaciones. Su obra nos enseña que el arte no es solo técnica, sino también memoria, raíz y proyección.
El camino de Juan Pedro Allca Merma es un recordatorio de que la educación, la amistad y la cultura pueden sembrar frutos que perduran. Y desde estas líneas, no hablo solo como observador, sino como alguien que tuvo el privilegio de acompañarlo en los inicios de su historia.
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Grandioso
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