Aldo Zanabria
Hablar de Puno es hablar de una tierra que, aunque situada en la periferia de la economía-mundo capitalista, ha sabido sostener su dignidad, su cultura y su fuerza colectiva. Según Wallerstein, los sistemas-mundo se estructuran en centros que concentran riqueza, periferias que aportan materias primas y semiperiferias que equilibran las tensiones. Bajo ese esquema, Puno ha cargado históricamente con el rol de proveedor: minerales, lana, energía, y, sin embargo, nunca dejó que le arrebaten su alma cultural.
Lejos de ser una condena, esta posición periférica puede transformarse en oportunidad. Wallerstein nos recuerda que los sistemas no son eternos: entran en crisis, se bifurcan y abren posibilidades. El mundo actual está precisamente en un punto de inflexión: crisis ecológica, desigualdad global, migraciones, tensiones políticas. Y es allí donde Puno debe pensarse no solo como receptor de políticas externas, sino como espacio que propone alternativas.
La geocultura puneña –la Virgen de la Candelaria, los sikuris, la diablada, las lenguas originarias, la poesía de nuestros artistas– no es solo tradición, es una reserva de resistencia frente a la homogeneización cultural del capitalismo. Es también un recurso estratégico: lo que el mundo llama “patrimonio inmaterial”, para nosotros es identidad viva, capaz de generar economía, turismo y sobre todo orgullo.
Wallerstein advertía que el capitalismo se sostiene en la acumulación incesante, pero también que su fuerza se erosiona con el tiempo. ¿Qué papel puede jugar Puno en este proceso? Ser territorio de alternativas, donde la juventud universitaria, los emprendedores y las comunidades originarias apuesten por un desarrollo que combine conocimiento, tecnología e identidad. No se trata de imitar a los centros, sino de redefinir nuestro lugar en el sistema-mundo.
El mensaje es claro: Puno no está condenado a ser periferia eterna. Podemos ser semiperiferia que media, que innova, que genera propuestas. Podemos demostrar que desde el altiplano también se piensa el mundo y también se escribe futuro. Nuestro desafío es creer en nosotros mismos, fortalecer nuestras instituciones, valorar nuestra cultura y proyectarnos hacia afuera con la seguridad de quienes saben que son herederos de una historia de lucha y dignidad.
Hoy, frente a la crisis global, Puno debe levantar la voz: no somos márgenes, somos centro de identidad, cultura y esperanza.