Por: Aldo Zanabria
Hablar de la cochinilla (Dactylopius coccus) es hablar de la historia del Perú y de su vigencia en la economía mundial. Desde tiempos prehispánicos, los pueblos andinos ya habían identificado en este insecto, que habita en las pencas de la tuna, la fuente del rojo más intenso y duradero. Investigaciones arqueológicas confirman la presencia de este tinte en textiles y objetos ceremoniales precolombinos, donde el color rojo simbolizaba poder, prestigio y conexión espiritual con lo divino.
La herencia no quedó en el pasado. Con la colonización y posterior globalización del comercio, la cochinilla se convirtió en uno de los productos más codiciados por Europa durante los siglos XVI y XVII, comparable al oro y la plata en términos de valor comercial. Hoy, el Perú continúa liderando la producción mundial, con alrededor del 80 a 90 % de la oferta global y exportaciones que, solo entre enero y abril de 2025, superaron los 48 millones de dólares . Este liderazgo no es casual: responde tanto a las condiciones agroecológicas favorables como a la experiencia acumulada de comunidades productoras que han sabido mantener técnicas sostenibles de cultivo.
El carmín, colorante derivado de la cochinilla y registrado como aditivo E-120, tiene múltiples aplicaciones. Se emplea en la industria textil, pero también en la alimentaria (yogures, embutidos, mermeladas, bebidas) y en la cosmética (labiales, sombras, tintes capilares). Su éxito radica en ser un pigmento natural, estable y de alta calidad, regulado y aprobado por entidades internacionales como la EFSA en Europa y la FDA en Estados Unidos . Sin embargo, es necesario matizar un aspecto: aunque es un insumo seguro para el consumo humano, puede provocar reacciones alérgicas en personas sensibles, razón por la cual su declaración en etiquetas es obligatoria .
Desde una mirada socioeconómica, la cochinilla representa mucho más que un colorante: es un testimonio de la biodiversidad peruana y del ingenio andino, capaz de transformar un insecto diminuto en un producto de alto valor agregado. A la vez, constituye una oportunidad para el país en términos de innovación y sostenibilidad: diversificar la cadena productiva, fortalecer la investigación en biotecnología de colorantes naturales y abrir nuevos nichos de mercado donde la demanda por lo orgánico y lo natural sigue creciendo.
En un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental, el Perú tiene en la cochinilla un ejemplo exitoso de cómo el conocimiento ancestral y la ciencia contemporánea pueden converger. El desafío está en no limitarse a la exportación primaria, sino en avanzar hacia el desarrollo de productos con mayor valor agregado y reconocimiento de origen. Solo así, cada grano de este pigmento seguirá tiñendo de rojo no solo textiles o alimentos, sino también la identidad y el orgullo nacional.
Referencias:
European Food Safety Authority (EFSA). (2015). Re-evaluation of cochineal, carminic acid, carmines (E 120) as a food additive. EFSA Journal, 13(4):4067.
U.S. Food and Drug Administration (FDA). (2022). Color Additives: Carmine and Cochineal Extract. https://www.fda.gov.
Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (MIDAGRI). (2023). Perfil de mercado de la cochinilla y derivados. Lima: Dirección General de Desarrollo Agrícola y Agroecológico.
Trade Map / International Trade Centre (ITC). (2024). Exportaciones de cochinilla y carmín por país. https://www.trademap.org.
Met Museum. (2010). Cochineal Red: The Art History of a Color. The Metropolitan Museum of Art.
MAPA España. (2022). Caracterización técnica de la cochinilla peruana y su contenido de ácido carmínico. Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Rodríguez, J., & Sánchez, R. (2020). Colorantes naturales en la tradición textil andina: el caso de la cochinilla. Revista de Estudios Andinos, 12(2), 45–67.
https://orcid.org/0000-0003-3314-8768

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