Por: Aldo Zanabria
Introducción
El denominado mantón de Manila constituye uno de los ejemplos más representativos de la circulación global de bienes culturales durante la temprana globalización de los siglos XVII y XVIII. Aunque su nombre sugiere un origen filipino o hispano, diversos estudios históricos han demostrado que su producción inicial se realizó en el sur de China, particularmente en la región de Cantón (Guangzhou), desde donde fue incorporado a los circuitos comerciales del Imperio español a través del Galeón de Manila (Schurz, 1939; García Muñoz, 2016).
Este artículo analiza el origen asiático del mantón, su tránsito intercontinental y su posterior apropiación cultural en el Perú, con especial énfasis en su incorporación simbólica dentro de la pandilla puneña, donde ha adquirido un significado identitario propio.
Producción textil en el sur de China
Durante los siglos XVII y XVIII, China se consolidó como uno de los principales centros manufactureros de textiles de lujo destinados al comercio internacional. En la región de Cantón, artesanos especializados elaboraban mantones de seda finamente bordados con motivos florales, aves exóticas y elementos vegetales, los cuales respondían tanto a la estética china como a las demandas de los mercados occidentales (González-Hontoria, 2015).
Estos textiles no estaban inicialmente pensados como prendas tradicionales europeas o americanas, sino como mercancías de exportación adaptables a distintos contextos culturales. La calidad de la seda, la complejidad del bordado y la durabilidad del color convirtieron a estos mantones en bienes altamente valorados dentro de los circuitos comerciales asiáticos y transpacíficos (Pérez Sánchez, 2010).
Manila y el comercio transpacífico
El punto de inflexión en la historia del mantón se produjo con su llegada a Manila, ciudad que funcionó como nodo estratégico del comercio entre Asia y América durante más de dos siglos. Desde este puerto, los productos chinos eran cargados en los galeones que realizaban la travesía anual hacia Acapulco, conectando por primera vez de manera estable los mercados de Asia, América y Europa (Schurz, 1939).
El llamado Galeón de Manila no solo transportaba plata americana hacia Asia, sino que también permitió la difusión masiva de bienes culturales como porcelanas, lacas, especias y textiles, entre ellos los mantones de seda. Esta dinámica es considerada por diversos autores como una de las primeras formas de globalización económica y cultural (Bakewell, 2002; García Muñoz, 2016).
De América a Europa y al Perú
Una vez llegados a Acapulco, los mantones seguían distintas rutas. Algunos atravesaban el territorio de Nueva España hasta Veracruz para ser enviados a Sevilla o Cádiz, mientras que otros continuaban hacia Sudamérica, especialmente al Virreinato del Perú, a través del puerto del Callao (Ramos Sosa, 2008).
En este proceso, la prenda adquirió el nombre de “mantón de Manila”, no por su lugar de fabricación, sino por su punto de redistribución comercial. Este fenómeno de denominación por ruta y no por origen es frecuente en la historia del comercio colonial y explica por qué el verdadero origen chino del mantón permaneció invisibilizado durante siglos (González-Hontoria, 2015).
En el contexto peruano, estos textiles fueron inicialmente símbolos de estatus social y distinción, asociados a las élites urbanas y a celebraciones religiosas y festivas, integrándose progresivamente en expresiones culturales locales.
Resignificación cultural en la pandilla puneña
En Puno, el mantón de Manila fue apropiado y resignificado dentro de la pandilla puneña, una de las expresiones más emblemáticas del carnaval y la festividad de la Virgen de la Candelaria. Aunque la seda original ha sido reemplazada en muchos casos por materiales sintéticos debido a factores económicos y de conservación, el mantón mantiene su función simbólica como elemento de elegancia, movimiento y pertenencia colectiva.
Este proceso de resignificación no implica una simple imitación, sino una reinterpretación cultural, donde un objeto de origen global se transforma en parte viva del patrimonio local. Tal como señalan Burga y Flores Galindo (1980), las culturas andinas han demostrado históricamente una notable capacidad de apropiación y reconfiguración de elementos externos, integrándolos a sus propias lógicas simbólicas y sociales.
Así, el mantón en la pandilla puneña representa hoy un testimonio material de la interconexión histórica entre continentes y, al mismo tiempo, una afirmación de identidad cultural altiplánica.
Conclusiones
El mantón de Manila es más que una prenda ornamental: es un objeto histórico que encarna siglos de intercambio económico, cultural y simbólico entre China, Filipinas, América y Europa. Su presencia en la pandilla puneña demuestra cómo los bienes globales pueden adquirir significados locales profundos, convirtiéndose en parte del patrimonio cultural vivo del Perú.
Reconocer su origen chino y su compleja trayectoria histórica no debilita su valor identitario, sino que lo enriquece, permitiendo comprender a Puno y a sus expresiones culturales como parte activa de una historia global de intercambios y resignificaciones.
Referencias
Bakewell, P. (2002). A history of Latin America: Empires and sequels, 1450–1930. Oxford University Press.
Burga, M., & Flores Galindo, A. (1980). Apogeo y crisis de la república aristocrática. Instituto de Estudios Peruanos.
García Muñoz, G. (2016). El Galeón de Manila y la globalización temprana. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
González-Hontoria, M. (2015). De Cantón a Sevilla: el viaje del mantón de Manila. Universidad de Sevilla.
Museo del Traje. (2018). El mantón de Manila: historia y simbolismo. Ministerio de Cultura y Deporte de España.
Pérez Sánchez, A. E. (2010). Textiles de lujo y comercio asiático en la España moderna. Revista de Historia del Arte, 22, 45–68.
Ramos Sosa, R. (2008). Arte y comercio entre Asia y América. Fondo Editorial PUCP.
Schurz, W. L. (1939). The Manila Galleon. E. P. Dutton & Company.
https://orcid.org/0000-0003-3314-8768


