24 agosto 2023

Explorando el Origen y Transformación de la Diablada y la Morenada en el Folklore Puneño

Por: Aldo Zanabria Galvez

En el vasto panorama del folklore andino, dos danzas emblemáticas, la Diablada y la Morenada, han evolucionado a lo largo del tiempo desde sus raíces revolucionarias hasta convertirse en expresiones de alegría y humor arraigadas en la cultura puneña. Su origen se encuentra en el siglo XVIII, en un contexto marcado por la desacralización de los trajes religiosos, los atuendos de culto de los curas y las vestimentas de los santos. Este proceso de desacralización fue un componente clave en la gran rebelión liderada por José Gabriel Túpac Amaru y continuada en el Altiplano por figuras como Diego Cristóbal Túpac Amaru y Andrés Túpac Amaru, así como por miles de quechuas y aymaras.

Estas dos danzas, la Diablada y la Morenada, surgieron como una forma de rebelión contra la opresión impuesta por las autoridades españolas. A lo largo del tiempo, esta expresión de protesta se transformó en una manifestación de júbilo y humor, donde los diablos dejaron atrás su papel temeroso para marchar con contento y plenitud. Ya no infunden miedo, sino que representan la esencia del arte y la satisfacción.

Una contribución esencial a estas danzas es la presencia de las bandas de músicos. Las resonantes notas de los instrumentos de bronce crean una atmósfera distintiva que conmueve y compromete la emotividad colectiva. El papel de las bandas de música en estas danzas tumultuosas, como la Diablada y la Morenada, resulta fundamental. Las guitarras, tambores y quijadas de burro no podrían transmitir la misma energía y dinamismo que las bandas de música ofrecen.

En el entorno histórico, se destaca que la primera banda militar que arribó al Cusco en enero de 1781, junto al ejército español que buscaba reprimir la rebelión de los Túpac Amaru, causó una profunda conmoción entre la población quechua. Además, se resalta la participación de la banda del ejército norteamericano, dirigida por Glen Miller, durante la Segunda Guerra Mundial. Esta banda, estructurada y creativa, desempeñó un papel crucial en elevar la moral de las tropas estadounidenses.

La Diablada y la Morenada son ejemplos vivos de cómo las expresiones culturales pueden evolucionar desde su raíz revolucionaria hasta convertirse en símbolos de alegría y humor. Estas danzas, originadas en la desacralización de la vestimenta religiosa en el siglo XVIII y surgidas en el contexto de rebelión contra la opresión española, han redefinido la narrativa cultural y sonoras del Altiplano. Las bandas de música, con su energía resonante, han sido un componente esencial en la transformación y perpetuación de estas danzas, y su impacto perdura en la memoria y la identidad puneña.

En el pasado, tanto en Perú como en Bolivia, se generó un persistente interés en continuar el debate en torno a cuestiones culturales y la autenticidad de varios aspectos, como la historia, la música, las danzas e incluso las creencias arraigadas en la población. Este diálogo se desencadenó a raíz de un evento acontecido hace años: la participación de la representante de Miss Universo Perú, Karen Schwarz, quien lució el traje de la danza La Diablada en un concurso de belleza a nivel mundial. Esto dio origen a una controversia acerca de la propiedad cultural de elementos como el Ekeko, una deidad tradicional presente en la feria de Alasitas, entre otros temas de relevancia.

En esa época, especialistas tanto peruanos como bolivianos emitieron sus opiniones en relación con estos asuntos, cada uno presentando sus argumentos sobre el origen legítimo de estos elementos de expresión cultural y cuál país podría haber tomado inspiración o copiado.

Incluso los líderes de ambas naciones se vieron involucrados en este debate. En un pasado lejano, el presidente de Perú en ese entonces, Alan García, expresó su opinión de que estos temas no deberían ser motivo de discordia, ya que el territorio actual de Bolivia anteriormente era conocido como Alto Perú. Con esto, sugería que todo lo que existía en ese territorio también formaba parte del legado peruano, un argumento que generó amplias discusiones en esa época.

Sin embargo, en aquel tiempo, Patricia Montaño Durán, una destacada periodista e historiadora boliviana, compartió su perspectiva en un artículo publicado en el diario La Razón de La Paz. En su columna, reclamaba que la región de Puno y el sur de Perú, que habían formado parte del extenso territorio de Tiwanaku entre los años 724 y 1172 d.C., eran parte integral de la historia boliviana. Montaño sostenía que este reclamo estaba respaldado científicamente por los numerosos sitios tiwanacotas encontrados en áreas como Puno, Ayacucho, Moquegua y Tacna, lo que demostraba que una porción significativa del territorio peruano actual perteneció a la cultura cuya capital estaba en Bolivia: Tiwanaku.

Montaño continuaba argumentando que cuando los conquistadores españoles llegaron en 1532, encontraron el imperio Inka en su apogeo, pero no reconocieron que esta civilización tenía una duración relativamente corta en la historia precolombina de América. En ese entonces, antes del imperio Inka, existía el imperio de Tiwanaku, que tenía un linaje mucho más prolongado, datando desde aproximadamente el año 1580 a.C. hasta el 1172 d.C.

En su artículo, Montaño también llamaba a una revisión exhaustiva de las investigaciones arqueológicas para continuar discutiendo sobre el origen de la papa y el Ekeko. Según su relato, la domesticación de la papa ocurrió alrededor del 6000 a.C. en la región del lago Titikaka, lo que permitió los primeros asentamientos humanos en el área y el florecimiento de la cultura Tiwanaku.

En conclusión, Montaño señalaba que, aunque no fue la intención del presidente Alan García en ese tiempo, al hablar sobre las culturas precolombinas. En aquel entonces, este debate seguía en curso y podría haber contribuido a una mayor comprensión de la herencia cultural compartida entre Perú y Bolivia en la historia pasada.

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