Por Aldo Hernán Zanabria Gálvez
En los últimos años, los anuncios sobre el suministro de gas natural al sur del Perú se han convertido en una rutina política. Discursos, promesas y titulares han ofrecido una y otra vez la ilusión de un gas barato para las regiones del sur andino como Cusco, Apurímac y, por supuesto, Puno. Sin embargo, los proyectos no llegan, los tubos no se instalan, y las tarifas energéticas en nuestra región siguen siendo de las más altas del país. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo espectadores de un desarrollo que nunca llega?
Desde Puno, la demanda por acceso al gas natural no es solo una necesidad económica, sino una cuestión de equidad territorial. ¿Por qué una familia en Lima puede cocinar con gas barato mientras en Juliaca, Ayaviri o Huancané seguimos dependiendo de balones de GLP importados y subsidiados, o de leña que contamina nuestros hogares y bosques? ¿Por qué las pequeñas industrias puneñas deben pagar precios elevados por energía que limitan su crecimiento y competitividad?
¿Cuál es el verdadero problema?
La respuesta no es sencilla, pero tampoco se puede esconder detrás de excusas técnicas. El principal obstáculo ha sido la falta de voluntad política y planificación seria. Mientras se discuten gasoductos que cuestan miles de millones de dólares y proyectos que requieren subsidios fiscales imposibles, no se exploran alternativas viables para que regiones como Puno puedan acceder a gas natural de forma práctica, eficiente y progresiva.
Se habla de construir grandes ductos desde Camisea hasta la costa, y desde allí licuar el gas para luego transportarlo en cisternas hasta el altiplano. Pero todo eso queda en el papel. Lo que necesitamos es una hoja de ruta concreta, con cronogramas reales, financiamiento claro y un enfoque descentralizado. Las tecnologías actuales permiten soluciones modulares de regasificación, transporte por ductos virtuales, y contratos inteligentes que podrían abastecer ciudades intermedias sin necesidad de megaproyectos.
¿Qué debe hacer Puno?
1. Exigir presencia en la toma de decisiones. No podemos seguir siendo espectadores. Nuestros gobiernos regionales y locales deben liderar una agenda energética desde el sur, con técnicos y ciudadanos que conozcan nuestra realidad.
2. Impulsar alianzas público-privadas regionales. Si el Estado no tiene los recursos, hay que convocar inversión privada con reglas claras y retorno asegurado. Lo que no podemos permitir es que se repita la historia de promesas sin resultados.
3. Desarrollar un plan de transición energética local. Puno debe trazar su propio plan energético con metas de mediano plazo para sustituir progresivamente el GLP y reducir costos de electricidad para la industria, el comercio y las familias.
4. Articular con las regiones vecinas. Cusco, Apurímac y Puno comparten la misma exclusión energética. Juntas pueden construir una plataforma de presión política y técnica para que el gas llegue a la región andina.
Desde Puno no exigimos privilegios. Exigimos justicia energética. Somos parte de un país que se jacta de tener una de las mayores reservas de gas en Sudamérica, y sin embargo seguimos calentando nuestras ollas con combustibles caros y contaminantes. El gas natural no puede ser un lujo limeño. Debe ser un derecho de todos los peruanos.
El futuro de Puno no se puede construir sobre ilusiones. Necesitamos políticas reales, inversiones responsables y una ciudadanía organizada que sepa exigir, proponer y actuar. Solo así, el gas barato dejará de ser un sueño lejano y se convertirá en parte del desarrollo que merecemos.
El artículo de César Gutiérrez en la columna Mirada Global critica duramente las recientes declaraciones del gobierno sobre el suministro de gas natural al sur peruano, calificándolas como promesas sin sustento técnico ni económico. Señala que mientras se insiste en discursos voluntaristas, las inversiones necesarias —como el Gasoducto Sur Peruano (GSP) y el gasoducto costero— resultan financieramente inviables debido a la baja demanda proyectada y a la falta de respaldo del Tesoro Público. Además, destaca que regiones como Puno, Cusco y Apurímac requieren soluciones energéticas reales y sostenibles, y no más ilusiones. Gutiérrez concluye que es urgente que el Estado “sincere cifras y responsabilidades” para dejar de engañar a las poblaciones del sur con proyectos que no tienen viabilidad ni respaldo.